Ópera Garnier
La Ópera Garnier, Ópera de París o Palacio de Garnier, da igual como lo llamemos es y será uno de los edificios más característicos del horizonte de París
Este edificio que ha servido de inspiración para obras como El Fantasma de la Ópera, y es uno de los imperdibles en vuestra visita a París.
Historia de la Opera de París
La Ópera de París, el Palacio Garnier, es fruto de un plan de renovación en el que se vio inmerso París. Plan tras el cual encontramos la mano del emperador Napoleón III. Y es que fue precisamente ese emperador quien en 1858 sufrió un atentado en la ópera de Rue Le Peletier. Este atentado termina por convencer a Napoleón III de la necesidad de construir una ópera que ofreciera más seguridad. Pues ya inmersos en la idea de una nueva ópera, el emperador encargó al Barón Haussmann la remodelación de la ciudad.
Ya metidos en planes, proyectos y grandes cambios, decide al mismo tiempo la construcción de una “Academia Imperial de Música y Danza” para lo que convoca un concurso que arrojara un proyecto a la altura de la idea imperial. El concurso lo gana un joven arquitecto, Charles Garnier. Este desconocido arquitecto supo ver la enormidad de la empresa que tenía por delante así que supo rodearse de amigos que contribuyeron no solo a sacar adelante la construcción, sino hacer de aquel encargo lo que aún hoy es, entre ellos el también arquitecto Víctor Louret o el escultor Jean-Baptiste Corpeaux.
La Ópera Garnier es, pues, un gran edificio, fruto de un gran proyecto y el cumplimiento de un gran sueño, la construcción de la Ópera Garnier no fue sencilla: tuvo que enfrentar serios problemas en plenas obras, en concreto problemas ocasionados por la poca profundidad de la capa freática en la que estaba pensado asentar los cimientos. Este problema en la capa freática, esta existencia de agua bajo la ópera fue no solo un problema sino al final, una parte misma del palacio, de su historia y de su leyenda. La posible existencia de un “mundo subterráneo” de pasillos y recovecos fue la semilla ni más ni menos que del “Fantasma de la Ópera” y además estos laberintos bajo tierra son uno de los elementos importantes para la musicalidad misma, el lago del quinto sótano es vital pues la resonancia de las ondas acústicas mejoran la calidad del sonido. Tuvo que hacer frente a serios problemas presupuestarios que retrasaron y amenazaron el avance de los trabajos, problemas derivados de los conflictos con Alemania, la caída del Imperio y lo ocurrido con la comuna de París de 1871.
Pero se terminó, al final el edificio vio la luz un 5 de enero de 1875. Bien esta fue la inauguración definitiva, pero no la primera. La primera tuvo lugar en 1867 aprovechando la celebración de la Exposición Universal, pero tan atrasadas estaban las obras en este momento que realmente solo estaba lista la fachada. Como curiosidad, en medio de la gran ceremonia que siguió al fin de la obra, a alguien se le olvidó el “detalle” de invitar al arquitecto, Charles Garnier y su mujer debieron comprar la entrada para asistir al evento. Eso si, al final recibió el merecido reconocimiento.
En 1870 el Segundo Imperio toca a su fin y el edificio viene a ser la imagen de un sistema opresivo que ya no debería seguir representándose más. El peligro empezó a planear sobre la Ópera, peor en este momento crítico, la ópera de Rue Le Peletier se incendia y fue este incendio el que terminando con una ópera permitió la continuidad de la otra.
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La grandeza que pretende transmitir y que de hecho transmite el edificio de la ópera, es el resultado de una fusión de estilos, de mezclar varias piezas que encajan a la perfección. Pero por no desgranar piedra a piedra, podemos avanzar sobre esta ópera diciendo que el estilo que predomina y que de alguna manera amalgama al resto es el estilo barroco, el barroco francés y el barroco italiano, por lo que no fueron pocos los que calificaron el estilo de la ópera como Neobarroco.
Una estructura de acero armado soporta el edificio hecho para gloria y asombro del mundo. Y si bien es cierto que la gloria para la que se concibió es una gloria que hoy nos llega en forma de ecos de voces antiguas, el esplendor ha permanecido intacto y deslumbra hoy igual que deslumbrara ayer. Quizá en busca de este brillo, el acero que sostiene el edificio, fue recubierto de ornamento, escondiendo lo “indigno” del acero y mostrando el primer fulgor de tesoro que encierra.
Cuenta la historia, sobre la arquitectura de la ópera, que en una ocasión la mujer de Napoleón III, Eugenia de Montijo, le preguntó a Charles Garnier en que estilo iba a levantar el edificio, si en estilo griego o en estilo romano. Y el arquitecto tras sopesar la respuesta contestó a la condesa de Teba: “en estilo Napoleón III”.
La fachada de la Ópera
Todos los edificios los abordamos, en un primer momento por su fachada, pues es obvio que es la primera cara que nos muestran. No necesariamente la fachada es cierta expresión de lo que se esconde dentro, pero esta no es una de esas veces. La ópera deslumbra ya en esta primera cara y ya no dejará de hacerlo. En este caso la fachada es el magnífico envoltorio de un magnífico interior. Así que si vamos buscando el momento adecuado para empezar a dejarnos impresionar, ¡este es el momento!.
Si algo va a acaparar, irremediablemente nuestra mirada a lo largo de esta fachada, son sus columnas. Imposible no querer abarcarlas todas. La puerta de entrada que cabría esperar encontrar aquí fue en esta ocasión sustituida por una gran columnata. A la altura del segundo piso más columnas, las más escondidas son las más fuertes, las que soportan la estructura, delante de ellas, más débiles, otra serie de columnas dan el color de la fachada, espantando así las gris que a veces se adueña de otros edificios,pero no de la de la Ópera Garnier.
La fachada esta remata con un ático que a primera vista nos da toda la forma de una corona, y el punto más alto de esta fachada es para un Dios, para un dios olímpico, el punto más alto es para Apolo. No solo las columnas de la fachada nos dan la bienvenida a este lugar, varias estatuas doradas que vienen a simbolizar la poesía, la música, la danza y la lírica y los bustos de aquellos compositores que llevaron la música a la Ópera Garnier, saludan a los, ya impresionados, visitantes.
La rotonda de los abonados
El vestíbulo circular que nos recibe es conocido como la rotonda de los abonados y es el vestíbulo que recibía a la alta sociedad a su llegada a las fiestas. Recibe este nombre porque las personas que tenían palcos alquilados todo el año, los abonados, accedía a ellos por esta sala. El lujo ya salía al encuentro de estas personas, lo podemos apreciar en los techos, en esta ocasión en el techo lucen los doce signos del zodíaco, el nombre del arquitecto y la fecha de inauguración, en las paredes y también en el suelo, que si os fijáis, está decorado con mosaicos de mármol. Todas las columnas son, igualmente, de mármol.
Bassin de la Pythie
Tras la rotonda de los abonados debemos detenernos unos momentos para conocer la “Bassin de la Pythie”. En la ladera del monte Parnaso, combatió con una gran serpiente llamada “Pitón” el dios Apolo. La deidad salió vencedora y adquiriendo así el don de la profecía decidió que en este punto se establecería el oráculo al que acudirían peregrinos de todos los rincones del mundo buscando respuestas. De este combate nació pues “El oráculo de Delfos”. El oráculo se instaló en una cueva y a su entrada había un trípode sobre el que se colocaría la “Pythie” o “Pitonisa”, la cual entrevistaba a los peregrinos y les transmitía las respuestas del mismo dios.
Si la Ópera Garnier es de alguna manera el nuevo Templo de Apolo ningún lugar mejor que este para adentrarnos en la cueva y para ver a la “Pythie” Es una escultura de bronce realizada por la duquesa de Castiglione-Colonna, escultura de la que se enamoró Garnier comparándola en el Salón de 1870
La gran escalera
Nadie conoce mejor a un hijo que un padre y probablemente nadie conozca mejor una obra que su propio creador. De la gran escalera que tenéis delante, dijo el propio Garnier:
“la Ópera es la escalera, al igual que los Inválidos son la cúpula y Saint-Etienne-du-Mont es el púlpito. No me quejo en absoluto de esta condensación en un punto, que puede bastar para cubrir de gloria a un arquitecto, al igual que ganar una batalla puede bastar para cubrir de gloria a un general”.
De ambos lados del Bassin de la Pythie parten los brazos de esta escalera de doble hélice que derrocha en cada peldaño el blanco del mármol, el rojo de las balaustradas y el verde del mármol de Suecia.
Acompañándonos en la ascensión por esta escalera, que os prometemos es ascender por una escalera a medida de cualquier sueño de princesas, hay diferentes estatuas de bronce. Puede parecer que estuvieran observando simplemente nuestros pasos por la ópera, pero no es así. Ellas son quienes, de hecho, alumbran nuestros pasos por este tramo.
¿Os fijáis que los peldaños son bajos y espaciados? Pues si, lo son. Y son así por varios motivos, primero porque de no haber sido así, difícilmente hubieran podido las mujeres subir con sus entallados vestidos, y segundo porque haciéndola así, se alargaba mucho el trayecto, hasta una hora se podía tardar en llegar al palco. Esta última cuestión era absolutamente fundamental en un momento y en un lugar en el que un punto inexcusable era ver, y dejarse ver. De hecho tan obligado era esta función, que los balcones que podemos ver desde la escalera, eran auténticas ventanas a las que asomarse.
En el último paso de la escalera está la puerta que permite el paso a la orquesta. Custodiando una de las almas del Palacio, sobre la puerta hay dos niños que descansan sobre el escudo de armas de París y a ambos lados de la misma, la “Tragedia” que sostiene una espada y la “Comedia” que sostiene un arpa.
El techo de esta gran escalera es una composición de cuatro pinturas: “El triunfo de Apolo”, “Minerva combatiendo la fuerza bruta ante el Olimpo reunido”, “El encanto de la música” y “La ciudad de París recibiendo el plano de la nueva Ópera”. Todas ellas son obra de Isidore Pils que terminó su alumno George Clairin. Ninguna de estas cuatro pinturas están pintadas en la bóveda sino en tela adherida a la superficie.
Segundo entresuelo
Vamonos, al palco, la función está a punto de empezar....ya nos han visto,ya hemos visto, hemos saludado y nos hemos puesto al día de los acontecimientos y cotilleos de la ciudad, ahora nada hay más importante que la escena.
Este pasillo al que acabamos de llegar contiene los palcos de la Opera. En un primer momento estaba pensado que estuviera decorado con las esculturas de la “Opera Le Peletier”, el incendio de este edificio arruina la idea y Garnier se ve forzado a buscar un plan B. Y este plan B no fue sino colocar más de sesenta bustos de compositores, coreógrafos, bailarinas, cantantes...
Hoy podemos visitar los palcos 25-27 o 26-28 y desde ellos disfrutar de la misma visión que tenían sus anteriores inquilinos, sentirnos como se deberían sentir ellos desde su palco y desde el poder absoluto sobre el mundo, al menos sobre su mundo. Desde aquí es probable que nos sobrecoja la “Sala de los espectáculos”, pero antes de ir a ella vamos a tocar un momento la puerta del palco número 5....
El palco número 5
Los hombres ricos, los empresarios del éxito, los triunfadores del momento, la nobleza, las mujeres de una sociedad cuyo epicentro se colocaba todas las semanas en esta ópera, ocupaban durante todo el año los palcos. Pero, ¿y el palco número 5?, ¿quién lo ocupa?
El palco número 5, de hecho, es el único que hoy sigue ocupado, es el único palco cuyo dueño aún no abandonó la ópera por más que hace tiempo cayera el telón. El palco número 5 es el palco de Eric, aquí vivió su amor tras la condena de su máscara el fantasma de la ópera. Aquí rumió su dolor. Hoy el palco está cerrado, pero lo que está claro es que nunca, nunca, Erik abandonará su palco número 5.
El Salon du Glacier
Este espacio se divide en tres partes, cada una pensada para una determinada función. Tiene una sala rectangular, un salón con forma de rotonda y un pasillo que comunica esta parte de la Ópera con el Grand Foyer, al que llegaremos en un momento. En la rotonda podemos disfrutar de unos tapices, a cada cual más impresionante, todos ellos elaborados por la “Manufacture des Gobelins”. También están aquí los bustos de personas que alcanzaron gran importancia y contribuyeron a dotar a este Palacio de la vida que disfrutó. Una vez más nos perderemos por las alturas, para contemplar en esta ocasión las obras que aquí lucen de George Clairin y para admirar su lámpara. En la galería que nos llevará al Grand Foyer, doce paneles, con doce medallones y un signo de zodiaco en cada uno.
Salón du Soleil y Salón du Lune
En una primera idea ambos salones estuvieron pensados para servir de vestíbulos a sendos “fumaderos”, pero ninguno llegó a estar listo para la inauguración. Ambos salones están decorados, manteniendo la belleza de todo el conjunto, de acuerdo con el nombre con el que fueron bautizados. El astro rey luce en el salón del sol, mientras que en el salón de la luna diversas criaturas de la noche cruzan y habitan un techo plagado de estrellas.
Avant-Foyer
En esta bóveda, que nuevamente captará nuestra atención (es fácil que a estas alturas el maravillarnos a cada paso lo consideremos parte inevitable de la visita), dejó su huella Paul Alfred de Curzon. Realmente Curzon los dibujó, realizar fueron realizados en la Casa Salvatini. Y de esta creación y de este trabajo, quedaron en la Ópera Garnier “Artemisa y Endimion”, “Orfeo y Eurídice”, “La Aurora y Céfalo” y “Psique y Hermes”.
En este avant-foyer también hay un pequeño homenaje al oficio de la arquitectura en diversas imágenes que portan herramientas relacionadas. Podemos concluir la visita a este espacio con la contemplación de los cuatro medallones esmaltados que están aquí de “Eugene Solier” y de las figuras de las bailarinas que reinaron en el siglo XVIII, “la Camargo” y “la Guimard” entre otras.
Gran Foyer
Por si nos quedase algún rincón en nosotros para impresionarnos, este será el espacio que nos robará el último aliento de admiración. El Grand Foyer de la Ópera Garnier es un rincón fastuoso, grande, casi como de otro mundo, maravilloso en todas sus esquinas.
Sus 54 metros de largo, sus 13 metros de ancho y sus 18 metros de alto, miman multitud de objetos preciosos: los suelos de parquet de Turquía, diez lámparas de cobre dorado y barniz inglés, las auténticas joyas en este caso son las pinturas de Bandry.
Este espacio se destinó a descansar en medio de las funciones, a salir en los descansos para fumar, para beber, para saludar (si es que algún saludo se hubiera escapado a la entrada), para comentar la función e inclusive para iniciar o continuar conversaciones favorables a los intereses de los interlocutores. Fue allá por los años 20 cuando este lugar fue bautizado con el nombre del “paseo de los suspiros”, pues por este pasillo paseaban las jovencitas en edad de contraer matrimonio, probablemente los suspiros del nombre fueran suyos....
Biblioteca Museo de la Ópera
Construida en 1882 aquí está la historia del teatro. Tiene dos niveles en el primer nivel están las salas de exposición del Museo y en el segundo están la “Sala de lectura” y parte de las obras de la biblioteca.
Ubicación de la Ópera Garnier
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Ópera Garnier
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Pl. de l'Opéra
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Detalles
- 10:00 a 16:30 h - Todos los días
- Adulto: 11 €
- Menores de 25 años: 7 €
- Menores de 12 años, Movilidad reducida y acompañante y Personas en paro: Gratis
Horario
Precio
Cómo llegar a la Ópera Garnier de París
- Parada: Ópera
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