Plaza de los Refinadores de Sevilla

Esta plaza debe su nombre al oficio que aquí se desarrollaba. Los refinadores del cuero se encargaban de separar el cuero de la carne, curtiéndolo y preparándolo. Precisamente por esta tarea en la que se ocupaba, era un lugar de muy mal olor y enfermedades, ya que trabajaban con animales muertos en descomposición y piscinas de agua para pudrir la carne, estaba alejado del centro urbano.

La realidad de esta plaza a día de hoy es bien distinta. Hoy se presenta bordeada de casas y edificios residenciales de poca altura. Todavía se conservan algunos lienzos y sirve como entrada al barrio desde los Jardines de Murillo, bien hacia el Callejón del Agua y el Real Alcázar, o hacia Santa María la Blanca y la antigua judería de Sevilla.

La Plaza de los Refinadores ha llegado a nuestros días como una de las plazas más bonitas de Sevilla. De las que obligan a visitarla cada vez que vamos de escapada a Sevilla. Su popularidad se debe a los Jardines de Murillo y el barrio de Santa Cruz, donde está encallada, pero también a su encanto.

Aquí predomina el verde de su vegetación, las sombras que siempre se agradecen para paliar el calor de la ciudad en verano, y supone un punto de descanso perfecto en cualquier recorrido por Santa Cruz.

Si por algo es conocida esta plaza de los Refinadores, es por la figura de don Juan de Tenorio, eternamente enamorado de Doña Inés de Ulloa, y que se puede en el centro mismo de la plaza.

La escultura a tamaño natural realizada en bronce, de 1975, es obra del escultor Nicomedes Díaz Piquero. En ella vemos una figura de pie sobre un pedestal, con el atuendo clásico del siglo XVII. En el pedestal figuran la descripción del personaje, según los versos de José Zorrilla, y el inicio de la famosa escena del sofá.

La presencia de Don Juan Tenorio, sigue siendo de admirar y es por ellos que cada 1 de noviembre, víspera del Día de los Difuntos, se suceden en la plaza los homenajes con representaciones teatrales y desfile de tunas universitarias.

Pero hay más cosas en las que detenerse recorriendo la Plaza de los Refinadores. Existe un edificio en el número 12, que llama mucho la atención y que es bello con solemnidad: la Casa Luis Prieto, una construcción del arquitecto Aníbal González entre 1915 y 1919. 

Sobre su fachada, de gran interés, se sitúa un magnífico balcón esquinero repleto de bellos detalles de forja y de azulejo. La vivienda tiene también,  un retablo de la Virgen del Perpetuo Socorro, idéntica a otra que existe en la calle Mateos Gago.