Visita guiada al geoparque Costa Quebrada

Tu visita comienza en el aparcamiento de la playa de La Arnía, donde te recibe el guía que te acompañará durante todo el recorrido. Tras una breve presentación, el camino se abre entre praderas y formaciones rocosas.

La primera parada: la playa de Covachos. Su forma de media luna y la lengua de arena que emerge con la marea baja marcan el tono del paisaje. Un entorno casi secreto, donde el mar dibuja sin cesar. Los senderos bordean los acantilados. El viento, las aves marinas y el sonido del oleaje completan el ambiente. Todo parece en movimiento, incluso la piedra.

La Cubeta en La Arnía impresiona por su forma precisa. Frente a ti, la plataforma de abrasión, uno de los puntos más fotografiados de Costa Quebrada.

Una lección geológica a cielo abierto. A lo lejos, el socavón de Pedrondo y las formaciones de La Baselga. Sus nombres suenan antiguos, como si siempre hubieran estado ahí. Y en cierto modo, así ha sido: millones de años frente al mar.

Luego, el recorrido nos lleva a la ensenada de El Portío, un rincón que parece refugio de otro tiempo. Aquí el mar se cuela entre las rocas sin violencia. Calma. El contraste con los acantilados expuestos al viento es total. Cerrías aparece con sus arenas gruesas y vistas despejadas. Luego, Somocuevas: salvaje, abierta, natural. El paseo se vuelve más pausado, el terreno, más irregular.

La ruta concluye donde empezó, cerrando un círculo perfecto. Ocho kilómetros entre formaciones fósiles, playas vírgenes y palabras compartidas con el guía. Regresas al aparcamiento con otra mirada. Lo que al principio era paisaje, ahora es relato. Costa Quebrada no solo se ve: se escucha, se huele, se queda.

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